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Discurso de posesión del Presidente de la República de Colombia, Iván Duque Márquez

Bogotá, 7 de agosto de 2018

Los invito a construir una Colombia con legalidad, emprendimiento y equidad

Colombianos:

Hoy, desde esta majestuosa plaza que lleva el nombre de nuestro Libertador Simón Bolívar, quiero
agradecerles a Dios y al pueblo colombia no por brindarme el honor de conducir los destinos de la patria.
Hoy llega a la Presidencia de Colombia una nueva generación motivada por el servicio y no por el ejercicio vanidoso del poder; comprometida con el futuro y sin anclas y prejuicios en el pasado; inspirada en la justicia social y en la seguridad como el ci- miento de nuestras libertades, y dedicada a promover el entendimiento, el trabajo en equipo y la construcción de consensos.
Es una generación llamada a gobernar libre de odios, de revanchas, de mezquindades y con el mandato de millones de compatriotas de hacer de nuestro país una tierra grande, donde los símbolos de nuestro tricolor retomen su significado.
En alguna ocasión, el célebre Darío Echandía se preguntó: El poder, ¿para qué? Su humildad elocuente era una invitación para reflexionar y no olvidar que gobernar es un camino que solo deja legados cuando se cimienta en los principios. La diplomacia sin principios es hipocresía; la democracia sin principios conduce a la anarquía; la política sin principios se transforma en corrupción, y el poder sin principios se trans- forma rápidamente en autoritarismo.
Por eso quiero gobernar a Colombia con valores y principios inquebrantables, superando las divisiones de izquierda y de- recha; superando, con el diálogo popular, los sentimientos hirsutos que invitan a la fractura social.

Quiero gobernar a Colombia con el espíritu de construir y nunca destruir.

Quiero gobernar a Colombia con valores y principios inquebrantables, superando las divisiones de izquierda y derecha; superando, con el diálogo popular, los sentimientos hirsutos que invitan a la fractura social. Quiero gobernar a Colombia con el espíritu de construir y nunca destruir.

El Bicentenario

Este compromiso que asumo hoy está basado en nuestra historia.
El próximo año estaremos celebrando el Bicentenario de la Independencia de Colombia y el nacimiento pleno de nuestra identidad republicana como nación. Este será el gobierno del Bicentenario y todos construiremos la Colombia del Bicentenario, para lo cual, más allá de las celebraciones tradicionales, debemos hacer reflexiones profundas sobre nuestro pasado y nuestro futuro.
El Bicentenario nos debe llevar a recordar cómo nuestros Padres de la Patria fueron capaces de dejar sus egos para forjar un propósito común. La impronta imborrable de Bolívar, Santander, Sucre, Córdoba, Urdaneta, al igual que los valientes lanceros que se crecieron en la Batalla de Boyacá para entregarnos la libertad, nos debe reafirmar lo grande que somos y podemos ser cuando trabajamos con objetivos compartidos.
Cuando nos unimos como pueblo nada nos detiene. Cuando nos sumamos, cuando somos capaces de aportar y de hacer realidad todo lo que nos proponemos, unidos, somos capaces de lograr proezas que ni siquiera el realismo mágico es capaz de imaginar.
El pasado también nos enseña que los dogmatismos pueden llevarnos a fracasos. El amanecer independentista fue opaca- do por la Patria Boba y durante varias décadas de la República las guerras entre hermanos, que dejaron dolor y muerte, y las rencillas de la pequeña política trajeron inestabilidad institucional y retrasos en el proceso de desarrollo.
La historia de Colombia nos deja en evidencia que somos una nación laboriosa, valiente, que no se amaina al primer ruido. Y por grandes que sean las adversidades, es más grande nuestro deseo de progresar y de triunfar.
No me canso de decir que Colombia es resiliencia. Hemos sido capaces de construir un vigoroso aparato productivo en medio de tres cordilleras y difíciles laderas, hasta convertirnos en una economía pujante que el mundo reconoce y que se ha ganado el respeto de la comunidad inversionista. Hemos sido capaces de lograr que la pobreza se reduzca, que se expanda la clase media y que tengamos una cobertura en salud y educación que nos permite soñar con mayores progresos.
Y también sea esta la ocasión para destacar la valentía y el fervor de nuestras Fuerzas Militares y de Policía, que han enfrentado la cruel- dad de los criminales, la anarquía del terrorismo y la codicia del narcotráfico, saliendo siempre victoriosas y demostrándoles a los violentos que nunca van a ganar espacio en esta democracia.
Pero, colombianos, analizar el pa- sado también tiene que ser la oportunidad para reconocer que existen problemas que crecieron, que envejecieron mal y que se han transformado en terribles amenazas.
Así ocurrió con el abandono de mu- chas regiones, con el narcotráfico, con la corrupción, con el clientelismo, con la falta de acceso a oportunidades de muchas comunidades.
Ser una nación resiliente, que sabe transformar las adversidades en oportunidades, es la razón por la cual debemos aprovechar el Bicentenario para corregir el pasado y construir el futuro que reclama Colombia. No puede haber egoísmos en esta tarea. Gobernar a Colombia requiere grandeza para mantener lo que funcione, corregir lo que sea necesario y construir nuevas iniciativas, instituciones y programas que aseguren nuestro país en un entorno genuino y poderoso de justicia social.

Retos de hoy

Hoy más que nunca tenemos que ser capaces de mirar a nuestra nación con optimismo, sin dejar de enfrentar la realidad y llamando las cosas por su nombre.
Hoy Colombia enfrenta enormes retos. Recibimos un país donde más de 300 líderes sociales han sido asesinados en los últimos dos años. Los cultivos ilícitos se han expandido y lo han hecho exponencialmente. Bandas criminales aumentan su capacidad de daño en varias regiones del país.Y se han hecho promesas y compromisos con organizaciones sociales, sin asegurar su financiamiento.
Hoy los invito a que tengamos el valor de recuperar la palabra del Estado. La creación desordenada de agencias y programas está acrecentando la des- confianza ciudadana y la frustración de beneficiarios de estas iniciativas, incluidas las víctimas y las regiones golpeadas por la violencia.
En materia económica está claro que se han cometido errores que nunca más se deben repetir. Una política tributaria basada en la expansión del gasto ha llevado a que los impuestos se conviertan en asfixia para muchos empresarios y que afecten el ahorro, la inversión, la formalización y la productividad.
La equivocación de haber ampliado el presupuesto nacional, basada en la ilusión de una bonanza petrolera transitoria, ha traído consigo la in- capacidad de fijar nuevos ingresos. Pero, lo que es más grave aún, llevó al Estado a cometer el error garrafal de pretender cambiar petróleo por impuestos. Sin duda, esto, que fue un error imperdonable, ha golpeado el bolsillo de los consumidores y de los hogares.
La cantidad de trámites engorrosos, la proliferación de ventanillas, sumado a la inestabilidad jurídica por cambios regulatorios abruptos, ha traído también el deterioro del clima de negocios en sectores que son necesarios para el presente y el futuro del país.
También nos duelen mucho los constantes escándalos de corrupción que se ven en la alimentación escolar, en el sistema de salud, en proyectos de infraestructura, en los abusos de la contratación directa o en los peligrosos carteles de únicos proponentes, que están deslegitimando al Estado, que han llevado a malgastar recursos y que han priva- do a miles de ciudadanos de servicios esenciales. Y por eso, tenemos que actuar con visión de inmediatez.

Gobernar a Colombia requiere grandeza para mantener lo que funcione, corregir lo que sea necesario y construir nuevas iniciativas, instituciones y programas que aseguren nuestro país en un entorno genuino y poderoso de justicia social.

Construir el futuro

Saber valorar lo que somos y lo que hemos sido como país es la base para poder construir el futuro. Ser
honestos, llamar las cosas por su nombre y abordar los retos con optimismo y compromiso es lo que tenemos que hacer. Y esta debe ser la tarea nuestra para los próximos años.
Los invito a todos a que construyamos un gran Pacto por Colombia; a que construyamos país; a que construyamos futuro y a que, por encima de las diferencias, estén las cosas que nos unen.
No se trata de pensar igual. No se trata de unanimismos. No se trata de eludir las sanas discrepancias que son propias de la democracia. Se trata de ser capaces de darles vida a los consensos. De que además seamos una nación grande, sólida y segura.
Siempre he dicho, y lo seguiré diciendo, que aquí lo que esperan los colombianos son soluciones y no agresiones. Quiero ser el Presidente que forje y logre esos acuerdos pensando en lo que necesita Colombia, sin caer en la tentación del aplauso transitorio.

Pacto por la Legalidad

Esa es la base para soñar con una Colombia de legalidad. Quiero una Colombia donde todos podamos construir la paz; donde se acaben esas divisiones falaces entre amigos y enemigos de la paz, porque todos la hemos querido y la queremos construir.
Por el respeto a Colombia y por el mandato ciudadano que hemos recibido, desplegaremos correctivos para asegurar a las víctimas verdad, justicia proporcional, reparación efectiva y, además, no repetición.
También corregiremos las fallas estructurales que se han hecho evidentes en las implementaciones. Las víctimas de Colombia deben contar con que habrá verdadera reparación moral, material y económica por parte de sus victimarios, y que nunca, ¡nunca!, serán agredidas por la impunidad.
Creo en la desmovilización, en el desarme y en la reinserción de la base guerrillera. Muchos de ellos fueron reclutados forzosamente o separados de su entorno por la intimidación de las armas. Estoy convencido y comprometido con buscar todos los días, para la base de esas organizaciones, oportunidades productivas, y velar por su protección. Y también nos esforzaremos por la provisión de bienes públicos en todas las regiones del país, empezando por las que han sido golpeadas de manera dolorosa por la violencia.
Colombianos, la paz la tenemos que construir todos y para ello debemos tener clara la importancia de contar con una cultura de legalidad, sustentada en la premisa esencial de que una sociedad donde la seguridad y la justicia van de la mano, garantiza la aplicación de la ley, y que no haya espacio para que la violencia amenace las libertades individuales.
Ha llegado el momento de que todos, absolutamente todos, nos unamos para enfrentar la ilegalidad.
Que nosotros recorramos el territorio y les digamos a todos los grupos armados que secuestran y trafican con drogas y que pretenden, además, ganar beneficios mimetizando sus actividades con perfumes ideológicos, que a partir de ahora vamos a declarar ante el Congreso de la República, con una reforma constitucional, que ni el narcotráfico ni el secuestro serán reconocidos como un delito conexo al delito político. Y que, además, no podrán ser, en adelante y bajo ninguna circunstancia, elementos para financiar, promover u ocultar ninguna causa. Hoy mismo presentaremos ante el Congreso de la República ese acto legislativo.
Construir la paz también significa que derrotemos los carteles de la droga que amenazan distintos lugares del territorio nacional.
Vamos a ser efectivos en la erradicación y la sustitución de cultivos ilícitos, de la mano con las comunidades y con la puesta en marcha, también, de proyectos productivos.Y quiero ser claro: durante los primeros 30 días de nuestro Gobierno vamos a hacer una evaluación juiciosa, prudente, responsable y analítica, en detalle, de lo que han sido los últimos 17 meses de conversaciones que ha adelantado el gobierno saliente con el Eln. Nos vamos a reunir con las Naciones Unidas, con la Iglesia católica y los países que han venido apoyando dicho proceso, para que, en el marco de la independencia institucional, nos den su opinión sobre el mismo.
Pero quiero dejar absolutamente claro que un proceso creíble debe cimentarse en el cese total de acciones criminales, con estricta supervisión internacional y tiempos definidos. Queremos avanzar, pero para avanzar hay que dejar la im- pronta de que el pueblo colombiano no se va a dejar intimidar ni presionar por la violencia, en ninguna forma.
La legalidad implica que trabajemos por la seguridad ciudadana.
Que tengamos mecanismos para georreferenciar el delito, que desarticulemos las estructuras, que persigamos a los jíbaros que inducen a los niños a la tragedia de la droga, que sancionemos con cadena perpetua a los proxenetas, a las ‘madame’, a los violadores y asesinos de menores y de mujeres, y que nos concentremos en una agenda de prevención del crimen.
Legalidad significa que formemos una sociedad de valores. Que desde edad temprana formemos en cívica, urbanidad y respeto. Significa que construyamos esa muralla ética para blindar el corazón de los colombianos ante cualquier tentación de la criminalidad y siempre en estricto apego a los valores de familia.
Quiero invitarlos a que construyamos una cultura de legalidad, enfrentando con todas nuestras fuerzas la corrupción. Le prometí a Colombia que como Presidente asumiría esa tarea con entusiasmo y hoy les anuncio que vamos a empoderar a todo el pueblo colombiano para denunciar a los corruptos. Que ellos sepan que todos los estamos mirando y los vamos a señalar y a perseguir.
Endureceremos las penas a los corruptos y estableceremos que no tengan casa por cárcel ni reducción de penas. Vamos a sancionar severamente a las empresas, sus dueños y sus gestores que corrompan a funcionarios, prohibiendo, además, su contratación con el Estado a perpetuidad.
Vamos a promover los pliegos tipo en todos los sectores del Estado —de acuerdo con nuestro compromiso de campaña—, y vamos a limitar a no más de tres periodos la presencia en cuerpos colegiados de elección popular.
Pero también vamos a hacer imprescriptibles los delitos contra la administración pública y vamos a hacer de la declaración de bienes un deber consignado en la Constitución.
Anuncio ante ustedes que hoy mismo radicaremos este paquete anticorrupción en el Congreso de la República, porque la defensa de la ética pública es de todos y juntos la vamos a construir.
El camino de la legalidad demanda que nosotros también trabajemos —Ejecutivo, Legislativo y Poder Judicial— en una reforma a la Justicia que la haga más eficiente, más cercana al ciudadano, más confiable y que nos permita garantizar oportunamente los derechos de todos los colombianos. La reforma a la Justicia no da espera, porque la mora judicial, el hacinamiento carcelario, los procesos interminables o la precaria tecnología con la que operan nuestros despachos judiciales han hecho que los ciudadanos pierdan la esperanza.
Yo quiero que en este objetivo de reformar la Justicia nos propongamos fortalecer las primeras y las segundas instancias. Que nos propongamos tener el expediente electrónico y, sobre todo, que en todos los lugares del territorio los colombianos sientan que la Justicia es su mayor garantía para poder respirar la libertad.
Legalidad también significa mejorar las condiciones de la Fuerza Pública, brindarles acceso de calidad a bienes y ser- vicios. Significa que presentemos rápido la ley del veterano y que esa ley se traduzca en un mejor tratamiento por parte de la sociedad a quienes dan su vida por nosotros.
Hoy quiero decirles a los soldados y policías de la patria que vamos a promover un marco institucional y jurídico serio y riguroso para que puedan cumplir su deber constitucional en estricto apego a los derechos humanos, sintiendo, de todo corazón, el afecto del pueblo colombiano. Como diría nuestro Padre de la Patria, Francisco de Paula Santander, un país que sabe honrar a sus héroes es un país que sabe forjar su futuro.
Legalidad significa defender la vida de todos los colombianos y proteger la integridad de los líderes políticos y sociales, y de nuestros periodistas.
Nos duele cada homicidio, cada ataque, cada amenaza. Y por eso vamos a trabajar con la Defensoría del Pueblo, la Pro- curaduría General de la Nación y la Fiscalía, para prevenir la violencia contra ellos y sancionar ejemplarmente a quienes han obrado como autores intelectuales y materiales de esos crímenes que enlutan a todo un país.
Esta tarea es de todos. Todos los colombianos debemos rechazar cualquier forma de violencia que pretenda acallar las voces libres de nuestros ciudadanos.
Esa legalidad construida por el matrimonio de seguridad y justicia nos garantizará el balance que se encuentra en el escudo de Colombia que dice: Libertad y Orden.

Pacto por el Emprendimiento


Yo creo que esa Colombia de legalidad tiene que ir acompañada también de un Pacto por el Emprendimiento. Así como valoramos la legalidad, ha llegado el momento de hacer del emprendimiento la base de nuestro progreso económico y social.
Colombia debe ser un país de micro, pequeñas, medianas y grandes empresas, que progresen de manera sostenible para garantizar calidad de vida.
Por eso, vamos a proponer un programa de Reactivación Económica que nos permita, con responsabilidad fiscal, tener un sistema tributario que ayude al desarrollo productivo, la inversión, la formalización, la productividad y la competitividad.
Vamos a eliminar los gastos innecesarios en el Estado, a hacer más efectiva la administración pública, a adoptar la facturación electrónica, a mejorar los sistemas de fiscalización y a hacer más eficiente, progresivo y equitativo el sistema tributario.
Eso nos va a permitir que logremos cumplir la meta que nos trazamos de aumentar el recaudo, mientras bajamos impuestos a los que generan empleo y mejoramos los ingresos de los trabajadores.
Los invito a que implementemos todas las reformas estructurales necesarias para garantizar la sostenibilidad de nuestras finanzas públicas.
Vamos a garantizar que nuestro crecimiento económico potencial supere el 4 por ciento del PIB. Vamos a hacer de nuestra economía una economía libre de trámites innecesarios. Vamos a darles a los sectores productivos, como el campo, el impulso de poder llevar la inversión y que esta vaya de la mano con la promoción de la generación de empleo de cali- dad, llevando bienes públicos y estimulando ese matrimonio necesario entre la agroindustria y el pequeño campesino.
Nos la vamos a jugar por las industrias creativas, por la Economía Naranja. Nos la vamos a jugar para que este país tenga la posibilidad de ver en los emprendedores tecnológicos unos nuevos protagonistas del progreso. Que el internet de las co- sas, la robótica y el blockchain, entre otros, empiecen a hacer de Colombia un centro de innovación.
Todos los sectores productivos del país pueden estar tranquilos, porque aquí no vamos a tener hostilidad con ninguno. Pueden estar tranquilos de que el Estado va a dejar de ver a los sectores productivos como una ‘vaca lechera’ que la ordeña para que el Estado gaste más.
En nuestro Gobierno, el empresario, el Estado y los trabaja- dores van a trabajar de la mano, porque el éxito de los trabajadores y el éxito de los empresarios es el éxito que necesita Colombia y el que vamos a construir.
Vamos a diversificar nuestra producción y nuestras exportaciones para que haya ‘mentefacturas’; para que dejemos de depender de recursos que tarde o temprano se van a agotar, y agreguemos valor con nuestras marcas, diseños, inventiva y creatividad.
Quiero que los jóvenes de Colombia sientan que van a tener un Gobierno donde su creatividad y su impulso empresarial serán los protagonistas de una generación que quiere conquistar al mundo.
Quiero que las palabras y los sueños de los actores, los artistas, los fotógrafos, los directores de cine, los animadores digitales, los científicos, los médicos, los agroindustriales, los que están trabajando en la biotecnología se conviertan en los términos que acaben para siempre palabras como “cabecillas” o “patrones” o “criminales”.
Esa Colombia es posible y esa es la visión que hoy le estamos trayendo a cada rincón del territorio.

Todos los sectores productivos del país pueden estar tranquilos, porque aquí no vamos a tener hostilidadcon ninguno. Pueden estar tranquilos de que el Estado va a dejar de ver a los sectores productivos como una ‘vaca lechera’ que la ordeña para que el Estado gaste más.

Pacto por la equidad


Esa cultura que viene con la legalidad y el emprendimiento tiene que tener, como propósito, la equidad.
Este tiene que ser el Gobierno de la justicia social; el Gobierno que sepa cerrar las brechas entre ricos y pobres, y entre las regiones que por años se han sentido olvidadas por un Estado que no ha sabido estar presente.
Yo quiero que esa equidad añorada empiece por la educación. Que nosotros miremos al Pacífico, a La Guajira, a la Orinoquía, a la Amazonía, a muchas regiones que no han tenido la protección requerida, para que, desde la educación, en todo el territorio, nos demos ese derecho anhelado de tener la jornada única con doble alimentación. Que tengamos la formación integral desde la primera infancia. Que tengamos la doble titulación de los bachilleres. Que tengamos, además, el acceso a la gratuidad de la educación universitaria, ayudados, también, por la tecnología.
Quiero que la educación se convierta en la herramienta transformadora que tanto claman los jóvenes de Colombia, para que tengan las oportunidades.
Esa Colombia de equidad también es la Colombia de la re- forma a la salud. Se van a acabar los abusos de las EPS. Se van a acabar los abusos de los que han querido esquilmar el manejo de medicamentos.
Vamos a despolitizar los hospitales públicos y a adelantar el saneamiento financiero del sistema de salud. Y vamos a hacer de la prevención, de la promoción y del paciente el objetivo de un sistema de salud pensando en la equidad colectiva.
Esa Colombia de equidad es la misma que reclama de nosotros una atención al adulto mayor. Que pide una reforma pensional donde los subsidios dejen de estar concentrados únicamente en los que tienen mayor ingreso.
Queremos una reforma pensional para los más pobres. Queremos que el programa Adulto Mayor pueda girar mensualmente los recursos y que, progresivamente, les aumentemos los recursos a nuestros abuelos, que necesitan una atención de cariño por parte del Estado colombiano.
Equidad también significa que en los programas de vivienda le demos espacio al mejoramiento, a las iniciativas de arriendo con opción de compra. Que podamos llevar la vivienda a lugares apartados y les permitamos a las familias tener un sistema financiero con productos diseñados para que puedan tener su techo propio.
Equidad significa que nosotros proveamos el acueducto y el alcantarillado en las zonas rurales. Equidad significa que no mueran más niños de hambre por la falta de atención oportuna del Estado. Equidad significa construir una paz social.
Equidad significa que nosotros no acudamos jamás al populismo que pretende por decreto tratar de reducir la pobreza. La vamos a reducir porque lo haremos desde una economía de mercado, pero con sentido social; porque tenemos la convicción patriótica de que en cada lugar del territorio adonde llegue un programa del Estado este tiene que estar enfocado en reducir las brechas y en dar oportunidades, y nunca más en llenar los bolsillos de los inescrupulosos.
La equidad significa que apostemos por la cultura y el deporte.
Yo estoy convencido —como lo dijo en alguna ocasión Fede- rico García Lorca cuando fue a inaugurar la biblioteca de su pueblo, Fuente Vaqueros, en España— que hay que entregar un pan y un libro, porque no hay peor hambre que el hambre de conocimiento, que no se puede saciar.
Y quiero que este sea el Gobierno que acerque la cultura, la música, la literatura, las artes, a los ciudadanos, a los niños. Y que estos sean los instrumentos con los que el talento se convierta en riqueza y oportunidades.
Este será el Gobierno donde la equidad también toque el deporte. No solamente vamos a impulsar que el deporte tenga un ministerio con responsabilidad fiscal, sino que nosotros hagamos del deporte un patrimonio donde, en todas las regiones de Colombia, haya alto rendimiento, haya deporte para la convivencia. Y que el deporte se convierta en disuasorio de malos hábitos.
Esa Colombia que los invito a construir, a soñar, a trabajar to- dos los días y que nos involucra a todos, que tiene legalidad, emprendimiento y equidad, también demanda que la sostenibilidad y la protección del medioambiente estén afincadas en la mente y en los hogares colombianos.
Debemos proponernos que en estos cuatro años aumentemos como nunca antes las energías renovables. Que nosotros enfrentemos la deforestación, que les demos impulso a los vehículos eléctricos, que protejamos nuestras cuencas, nuestros páramos, nuestra riqueza submarina, nuestra riqueza montañosa. Y que tengamos en cada colombiano esa conciencia de reducir la huella individual de carbono y, sobre todo, que no haya un solo sector productivo que no tenga la consigna de producir conservando y conservar produciendo.
Ese respeto por el medioambiente, ese compromiso que asumimos, también debe ir de la mano con que este país le apueste a la ciencia, la tecnología y la innovación.
Vamos a restablecer la Comisión de Sabios. Vamos a trabajar con las universidades, vamos a trabajar fortaleciendo el sis- tema de regalías para que los recursos no queden atrapados y vayan a la investigación que se requiere.
Y vamos a hacer todo lo posible, todo lo necesario, para que dupliquemos el aporte de la ciencia y la tecnología al Producto Interno Bruto colombiano.
Ese es el Pacto por Colombia. Ese es el Pacto que tenemos que empezar a construir todos. Ese es el Pacto que empieza por rechazar el odio.
Todos estos propósitos nacionales tienen que ir de la mano con un país que mira al mundo buscando la cooperación con otros países.
Y que reclama de nosotros que, en defensa de los valores democráticos, rechacemos cualquier forma de dictadura en el continente americano; que la denunciemos y que no tengamos miedo a decir las cosas por su nombre. Porque nuestra actitud no es belicista. Nuestra actitud es democrática y estaremos en todos los escenarios internacionales defendiendo la Carta Democrática Interamericana.

En defensa de los valores democráticos, rechacemos cualquier forma de dictadura en el continente americano. Que la denunciemos y que no tengamos miedo a decir las cosas por su nombre. Porque nuestra actitud no es belicista. Es democrática. Y estaremos en todos los escenarios internacionales defendiendo la Carta Democrática Interamericana.

El Gran Pacto por el Futuro


Como un colombiano más, he estado recorriendo durante varios años el territorio, compartiendo estas ideas.
Todos tenemos que proteger nuestros territorios, nuestras fronteras, nuestra riqueza. Todos tenemos que ponernos esa camiseta que se llama Colombia.
Todos tenemos que apostarle a un gobierno que empiece a hacer cambios estructurales. ¡Y ya empezamos a hacerlo!
A mí me honra iniciar esta tarea al lado de la primera mujer Vicepresidenta en la historia de Colombia, Marta Lucía Ramírez.
A mí me honra que durante la campaña dijimos que tendríamos un gabinete de personas expertas en sus materias, que no respondieran a cálculos políticos, sino a su vocación de servicio y a sus resultados. Y le cumplimos al país.
Y también me honra haberles pro- puesto a los colombianos el primer gabinete paritario entre hombres y mujeres. Y hoy se posesiona en la Casa de Nariño.
Esa es la Colombia del futuro, la que se construye desde el presente. Vamos todos a trabajar por ese Pacto. No dejemos que el odio nos quite la esperanza. No dejemos que las fracturas que algunos promueven nos distraigan de ese gran objetivo.
No más divisiones entre izquierda y derecha. Somos Colombia.
No más divisiones entre socialistas y neoliberales. Somos Colombia.
No más ‘ismos’. Somos Colombia.
Me honra invitarlos a que emprendamos este camino.
Es un honor estar en esta plaza con tanta historia. Es un honor para mí hablarle a todo este país que quiero con el corazón y a todos los colombianos a los que voy a dedicar este compromiso ineludible de servirlos con afecto.
Nuestro Gobierno va a estar permanentemente en el diálogo con las regiones. Vamos a estar realizando cada semana los Talleres Construyendo País, escuchando las necesidades de los ciudadanos. No pretendemos llegar con varitas mila- grosas ni con soluciones inminentes o inmediatas. Muchas tomarán tiempo y requerirán el trabajo compartido, pero vamos a empezar a hacerlo.
Yo no reconozco enemigos. Yo no tengo contendores políticos. Mi único deseo es gobernar para todos y con todos los colombianos.
Yo he dicho que no pretendo ser un presidente encumbrado y encerrado en un palacio. Mi palacio es el corazón del pueblo colombiano.
Vamos a trabajar con el Congreso de la República, en armonía, buscando el progreso de nuestras regiones; buscando inversiones estratégicas que repercutan en la calidad de vida de los ciudadanos. Pero sin dádivas, sin prebendas, sin canonjías, sin acuerdos burocráticos, sin “mermelada”. Porque el Congreso y el Ejecutivo trabajan bien cuando hay respeto, cuando hay vocación.
Y con el Congreso vamos a presentar una reforma política para eliminar el voto preferente, para que tengamos democracia al interior de los partidos, para que tengamos financiamiento público que garantiza transparencia.
Para mí es imposible terminar este discurso sin rendirle un homenaje a este Congreso, donde pasé los últimos años de mi vida pública, donde tuve el honor y el privilegio de trabajar al lado de quien me invitó a rendirle ese servicio a la patria: el expresidente y amigo Álvaro Uribe Vélez. Gracias por su servicio a la patria.
Este Congreso y el Ejecutivo le van a demostrar a Colombia que somos capaces de gobernar todos pensando en el sano debate de las ideas. Que no le vamos a tener miedo a concertar políticas, a buscar lo que Colombia necesita.
Colombianos:
Hoy me siento orgulloso de ser su Presidente. Me siento orgulloso de darles mi vida. Me siento orgulloso de entregarme por ustedes.
Hoy les rindo un homenaje a mis ancestros antioqueños y tolimenses.
Hoy recuerdo la memoria de mi padre y sus enseñanzas de hacer la vida pública con las manos limpias y siempre estar dispuesto a mirar con el cuerpo erguido y con la frente en alto.
Hoy me siento orgulloso de compartir todo mi amor con mi madre, Juliana Márquez, a quien le debo su cariño y su valor por el servicio social.
Hoy le agradezco a mi esposa María Juliana, a mis hijos, Lucia- na, Matías y Eloísa, que son mi vida y que me han permitido, con su cariño y comprensión, haber servido en el Congreso, hacer una campaña y entregar, cada minuto, todas mis fuerzas, para continuar sirviendo a mi patria.
¡Vamos a trabajar por el progreso! ¡Vamos a trabajar por el desarrollo!
¡Que Dios bendiga a Colombia!
Muchísimas, muchísimas gracias.

Discurso de posesión del Presidente de la República de Colombia, Iván Duque Márquez, para el periodo 2018-2022